Llegaba tarde a la estación, me gusta ser puntual, pero cuando tengo tantas cosas que preparar siempre me pasa igual, no puedo evitarlo… Por última vez antes de salir me miré en el espejo de la entrada de la que había sido mi casa durante los últimos 18 años, mi pelo tan oscuro como de costumbre había crecido bastante desde la última vez que me lo corte, el flequillo caía sobre mi ojo izquierdo, pero sin llegar a taparlo, y un mechón de pelo se acomodaba detrás de mi oreja derecha, dejando a la vista los cuatro pendientes que acompañan al ‘típico’ que tenemos casi todas las chicas; mis ojos rasgados pero no demasiado debido a que no soy completamente coreana estaban tan solo maquillados por el eyeliner, no acostumbro a maquillarme en exceso y me pareció algo tonto maquillarme más para un viaje de varias horas; no pude evitar volver a mirar mi nariz, nunca me ha gustado, es algo más grande de lo normal, supongo que por el hecho de ser mestiza, la verdad es que el motivo me da igual, sigue sin gustarme, a diferencia de mis labios, que a pesar de no ser especialmente atractivos, o carnosos me agradan, crean una bonita harmonía con el resto de mi cara, tal vez sea lo que más me gusta de ella, sin poder evitarlo sonreí al pensarlo, y al hacerlo dejé ver mis pequeños dientes, me recuerdan a los de mi padre, son pequeños y algo separados, me dan un aspecto más infantil, lo cual no sé si es bueno o no…
Me estiré un poco la amplia sudadera morada que llevaba, tapando casi los shorts vaqueros que llevaba, me gusta vestir así, es realmente cómodo, tengo suerte de no tener unas piernas muy feas, porque me siento muy cómoda con pantalones cortos. De repente una voz me sacó de mis pensamientos. - ¿Qué haces todavía aquí? - Me giré rápidamente hacia el lugar del que provenía la voz y como no, allí estaba mi madre.- ¿Qué hora es ya? -Dije mientras sacaba el móvil del bolsillo de la sudadera para mirar la hora abriendo los ojos de par en par al ver que ya casi era la hora a la que salía el tren que me llevaba a la capital junto con Hyerin, al darme cuenta de esto, agarré mi maleta y salí corriendo como si me fuera la vida en ello.
Al llegar al portal, me di cuenta de que mi padre me estaba esperando con el coche y respiré aliviada, me subí al mismo y el camino hasta la estación fue prácticamente en silencio, supongo que resultaba incómoda una conversación mientras llevaba a su hija mayor hacia la estación, sin saber exactamente cuando la volvería a ver. Le miré de reojo cuando ya casi llegábamos y pude ver como una lágrima escapaba de sus ojos. Nunca antes le había visto llorar, y creedme que costó no ponerme a llorar en ese mismo instante, pero no podía hacerlo, no quería que fuera peor…
Finalmente llegamos a la estación, al salir me di un largo y emotivo abrazo con mi padre y le dije que le recordara cada día a mi madre y a mi hermana lo mucho que les quiero, tras esto, entre en la estación, y allí estaba Hyerin con una sonrisa en la cara, como siempre.
La conozco desde que tengo uso de memoria, nuestras padres son amigos desde jóvenes, y desde que éramos pequeñas hemos sido compañeras en la academia de baile, aunque para qué mentirnos ella baila bastante mejor que yo. Ahora que lo pienso todas las imágenes que tengo de ella en mi cabeza, está sonriendo y con una larga melena, acompañada por un flequillo recto. Lo cierto es que es muy guapa, siempre he tenido algo de envidia, tiene unos ojos grandes y redondos, a pesar de ser asiática, tiene una nariz fina y un poco respingona, y su labio inferior es ligeramente más grueso que el superior, si hablamos de su cuerpo cabe destacar que siempre ha sido una chica muy delgada, tal vez por eso no tiene muchas curvas, pero aún así su cuerpo también es bastante bonito.
¡Por fin llegaste Miho! - Me dijo mientras me cogía la mano libre y me guiaba hacia la puerta del vagón de nuestro tren.- Llevaba un buen rato esperándote, ya pensé que iba a tener que irme sin ti.. -Hizo un pequeño puchero al terminar la frase, a lo cual conteste mientras reía entre dientes- No te vas a librar de mí tan fácilmente, pequeñaja. -Tampoco es que sea mucho mayor que ella, tan solo unos meses, pero esos meses la hacían estar un curso por debajo, así que siempre he sido como una hermana mayor para ella.
Entramos a nuestro vagón y apenas nos costó encontrar nuestros asientos, dejamos las maletas en el maletero que hay sobre los asientos. Hyerin sabe que me gusta sentarme en el lado que da a la ventana, así que me dejo pasar primero, casi no me dio tiempo de sentarme cuando empezó a moverse el tren, el tren que me llevaba a la capital, el tren que me llevaba a mi nueva vida, el tren que me llevó a conocerlo.
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